En este tratado, Charles Spurgeon usa su propia vida como ejemplo para explicar la expiación de Cristo. Cuando estaba convencido de pecado, Spurgeon agonizaba preguntandose: “Cómo Dios puede ser justo y, sin embargo, justificarme a mí mismo por haber sido tan culpable”.

Explica en detalle la respuesta que recibió por fe; en esencia: “El que es el Hijo de Dios se hizo hombre y, en su propia persona bendecida, llevó mi pecado en su propio cuerpo en el madero”.

Continúa mostrando lo que es confiar en Jesús para la salvación y concluye con las palabras de consuelo: “Si tienes al Señor Jesús, Él ya te tiene a ti. Si crees en Él, te digo que no puedes ir al infierno, porque eso haría el sacrificio perfecto de Cristo sin efecto.